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DISEÑO
EN PUENTES
Prólogo
Juan
Antonio Santamera
La
tarea del ingeniero de caminos, canales y puertos, del ingeniero civil por utilizar el término
equívoco que más circula en los
circuitos
internacionales, consiste fundamentalmente en la
transformación de la
superficie terrestre para facilitar la vida humana. Los ingenieros
hacemos
posibles los diferentes modos del transporte, regulamos los caudales
del agua y
aseguramos los abastecimientos, organizamos los establecimientos
urbanos y les
aplicamos las últimas tecnologías para facilitar
la convivencia… La lista es
larga, prácticamente ilimitada, pero en los diferentes
quehaceres prima la
funcionalidad: lo característico de nuestra labor no es
tanto el cómo cuanto el
qué. Lo relevante es dar abrigo y permitir el atraque a un
buque, salvar un
obstáculo natural para permitir el paso a una carretera o a
una línea de
ferrocarril, represar el agua para facilitar el consumo humano y/o
generar
energía eléctrica… El impacto de
nuestras obras no es irrelevante pero su
finalidad es siempre prosaica.
En cualquier caso, nuestras
actuaciones inciden
en el paisaje. Lo golpean o se acomodan a él, intervienen,
lo modulan o lo destruyen.
No son las nuestras acciones inocuas: impactan ambientalmente, marcan
la
naturaleza… y dejan una huella estética que
perdurará, que incidirá en la
personalidad del entorno, que será admirada o detestada por
la otra parte, por
la ‘otredad’, por el espectador, que es
destinatario y usuario pero también
juez, árbitro, génesis de la imagen de la obra en
cuestión. El espacio donde se
cruzan la naturaleza y la estructura se convierte en lugar. Y
“algunas veces
—ha escrito Miguel Aguiló en su obra
más clásica, ‘El paisaje construido.
Una
aproximación a la idea de lugar’— lo
construido se enlaza mágicamente con su
entorno, trasciende su propio uso, y adquiere significados. Y lo que no
era
sino medio físico presenta nuevos perfiles que importan y
conmueven. Esa
conjunción de lo natural y lo construido se experimenta como
lugar cuando surge
la conciencia de los significados allí soldados por el
tiempo. Entonces,
aquello se entiende de otra manera, produce alegría o
tristeza, y se disfruta
con plenitud de sentido”.
En el mundo complejo de la
creatividad del
ingeniero destacan unos artefactos singulares, que han enlazado desde
la
prehistoria con la idea misma de cultura, que son los puentes. Los
puentes, que
representan la superación de un obstáculo, han
sido siempre, son todavía, el
alarde técnico más avanzado que cada
generación es capaz de realizar: Javier
Manterola, uno de los grandes constructores de puentes, ha dejado
escrito que
“plantear cómo va a resistir, cómo va a
salvar 30 metros de luz antes, 300
metros o 3.000 metros en la actualidad, supone estar siempre al
límite de lo
que somos capaces de resolver”. Y ese alarde
técnico tiene un entronque
indiscutible con la arquitectura, otro concepto fraternalmente unido a
la
ingeniería que sin embargo contiene internamente elementos
propios,
particularmente la estética y el diseño. Una
acequia y un pantalán han de ser
aseadas y discretas obras funcionales; un puente de gran porte, por
definición,
ha de ser una construcción magnífica, capaz de
obtener el reconocimiento
estético de su tiempo y de pasar a la posteridad. La
estética es en este caso
indisociable de la funcionalidad. Y el diseño ha de
responder al doble reto de
la resistencia y de la belleza intrínseca. Un campo en el
que ineludiblemente
entramos en territorios de subjetividad pero en los que hay
también anclajes
objetivos que trascienden a la coetaneidad e ingresan antes o
después en la
categoría de lo clásico.
La
primera cumbre
internacional de la comunidad del diseño, que
reunió a 22 organizaciones
internacionales que representaban a urbanistas profesionales,
arquitectos,
arquitectos paisajistas y diseñadores de más de
90 países, se celebró octubre
de 2017 en Montreal (Canadá) y concluyó con la
ratificación de la primera
Declaración de Diseño, la
Declaración de
Diseño de Montreal, que reconocía la necesidad de
un liderazgo estratégico en
asuntos de diseño a nivel local, regional, nacional e
internacional y la
necesidad de modelos de gobernanza, agendas políticas y
políticas para tener en
cuenta el diseño. En definitiva, enfatizó el
papel fundamental y crítico del
diseño para crear un mundo que sea ambientalmente
sostenible, económicamente
viable, socialmente equitativo y culturalmente diverso.
En aquella cumbre —lo
recuerda José Romo,
coordinador de esta obra, en la introducción a este
libro— se definió diseño
como “el proceso a través del cual se crean los
entornos materiales,
espaciales, visuales y de experiencia”, al tiempo que
“es motor de la
innovación, de la competitividad, del crecimiento y
desarrollo, de la
eficiencia y de la prosperidad”.
En principio, puede parecer que
diseño,
economía y funcionalidad no son términos
fácilmente conciliables en materia de puentes.
Un puente de gran luz es
tanto más
difícil de diseñar, y seguramente tanto
más costoso, cuanto menor sea el canto,
cuanto más esbelto se quiera proyectar, cuanto
más se deje influir la estética.
Sin embargo, el verdadero proyectista debe desprenderse de esta
ilación
argumental porque su trabajo consiste precisamente en combinar a la vez
el
diseño de una estructura resistente con unos trazos
elegantes y armónicos.
Manterola lo ha explicado con deslumbrante claridad: una de las
características
del puente como estructura es “descubrir
cómo podemos ir más adelante cuando
estamos en el límite de lo que sabemos hacer. Qué
material utilizar, cómo
ponerlo en situación, en la misma orilla o a 1.000 metros de
distancia de ella,
sin más ayuda que lo que nosotros hayamos puesto para llegar
allí”. sigue diciendo
Manterola "está cómo configura
y ordena sus partes para que el traspaso de
las cargas desde su colocación en un punto hasta su apoyo en
la cimentación sea
adecuada. Cómo se tensa y se deforma en el hecho de resistir
y trasladar. Pero
en el mismo pensar lo resistente está cómo
materializar la idea del resistir,
cómo va resistiendo la estructura mientras se
construye”. “A veces pensaba en un
puente como un organismo
biológico que se va configurando y acaba consiguiendo su
forma definitiva al
final del proceso. Y no, un puente no es un organismo que crece y se
desarrolla; es verdad que crece y se desarrolla hasta alcanzar su forma
y
resistencia definitivas, pero es porque lo hemos configurado nosotros,
así que
en su forma final está presente el hecho de pasar del no ser
al ser. El proceso
constructivo está en la esencia de los puentes, indisociable
de qué va a
resistir y cómo va a hacerlo” . En
definitiva, comparto plenamente
las palabras
de José Romo cuando dice que "la obligada
consideración del puente como una expresión de la
cultura material e inmaterial
de un tiempo, hace que la valoración de los puentes tenga
que realizarse de una
forma global. La visión basada en lo funcional y en lo
resistente resulta insuficiente
para entender la trascendencia cultural de los puentes.
Según Christian Menn:
“La calidad estética es el componente
más importante de la esencia cultural de
un puente determinado”. Es por lo tanto básico que
el proyecto incorpore esa
variable estética o formal, que no tiene por qué
repercutir significativamente
en el coste de la obra y que sin embargo tiene un valor extraordinario
por su
impacto en la vida diaria de muchas personas a lo largo de muchas
generaciones”. Como presidente saliente
del
Colegio de
Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, después de dos
mandatos y ocho
enriquecedores años al frente de esta gran
institución, me satisface mucho que
una de mis ultimas intervenciones oficiales sea escribir estas
líneas que
prologarán una obra magnífica editada por el
propio Colegio que aborda con tanta
audacia como sentido de la actualidad una faceta esencial de nuestra
profesión.
De una carrera antigua y sólida que se nos podría
ir de las manos si no
fuéramos capaces de continuar claramente y sin vacilaciones
al frente de la
innovación.
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272 pág.
Tamaño:
24 x 20 cm
Encuadernación
en tela con golpe seco y sobrecubierta
Idioma:
Español
ISBN:
978-84-380-0542-2
Coedición con
Colegio de Ingenieros de Caminos
Colección
CIENCIAS,
HUMANIDADES E INGENIERÍA
Nº 100
P.V.P: 45,00
€
PRECIO
DE LANZAMIENTO: 42,75 €
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